🟠 Vientos del pasado

Enfoque Personal #110

Recuperando oscuras artes 🧙‍♂️

Si has estado siguiendo Ahsoka, la serie de Disney+, y estás un poco metido en el mundo de Star Wars, seguramente ahora mismo tienes la cabeza zumbada con el padre, el hijo, la hija, Dathomir, Zeffo, las brujas y la madre que los va a parir a todos. No te preocupes que los sortilegios que hoy voy a invocar aquí no son tan oscuros.

En la última edición de mi newsletter sobre música antigua, Recomendaciones Antiguas, explicaba que me iba a comprar no uno sin DOS discos físicos, algo sumamente extraño (incluso para los seguidores de la música clásica) en esta era de versiones digitales y streaming. De los dos discos comprados, uno ya estaba en mi colección digital pero el otro no (The Triumphs of Oriana - The King’s Singers). Así que me he dispuesto a hacer, de forma excepcional, algo a lo que en su momento dedicaba el 85 % de mi tiempo libre: ripear un CD para pasarlo al Mac. Cuando el iPod llegó a mi vida, yo ya era un ávido consumidor de música clásica y más de 300 CDs poblaban (y pueblan) mi colección. Se abrió ante mí un horizonte casi infinito de horas a pasar cuidando y mimando mi colección. Tenía que insertar cada CD en mi Mac, extraer la música y luego completar la información de cada pista, porque las bases de datos de entonces no tenían registrados muchos discos de música de nicho como la que a mí me gusta. Introducía la información con mimo y detalle enfermizos, y rivalizaba en esta tarea con mis amigos, compañeros del coro, también inmersos en este proceso. Y luego la portada, claro. Si las bases de datos no tenían información sobre las pistas, ya no te digo las portadas. Las escaneaba con mimo y las retocaba en una aplicación de diseño gráfico para equilibrar el color y que el resultado final fuera lo más óptimo posible, incluyendo subsanar algún desperfecto físico de la portada que se hubiera transmitido al escaneo.

Todo aquello se perdió como lágrimas en la lluvia, pero ayer lo tuve que hacer de nuevo. Para empezar saqué de un cajón mi unidad de CD externa por USB. Es un milagro que macOS todavía la detecte y se muestre dispuesto a usarla. Introduje el CD y abrí Apple Music, aplicación que rápidamente se hizo cargo de la situación y me dio a elegir entre dos títulos que había encontrado en Internet y que coincidían con el disco que acababa de insertar. Una vez elegido el disco correcto me mostró todas las pistas, tituladas con la información encontrada en Internet, y se ofreció a importarlas a mi biblioteca, cosa que hizo con gracejo y parsimonia, durante unos minutos en el que los crujidos de la unidad de CD me querían transportar a otros tiempos. Los títulos estaban correctos e incluso el nombre de cada compositor estaba en el campo adecuado, con sus fechas de nacimiento y muerte. No se puede pedir más.

Bueno, sí se puede. Al terminar la importación y mostrarme el disco en mi biblioteca pude ver que no tenía portada. Botón derecho → Obtener ilustración… y veo que ha descargado una portada de un disco de The King’s Singers (bien) pero no de este (mal). Así que de nuevo tuve que tirar de memoria para ver qué hacía yo en estos casos, cuando ya no me apetecía tanto escanear portadas y retocar los colores. Tras quedar muy decepcionado con la calidad de la imagen que encontré en Amazon, resolví ir a la propia web de The King’s Singers, donde pude descargar una versión más que aceptable, eso sí, en 500x500. En su momento yo escaneaba las portadas a todo el tamaño que pudiera mi escáner, para verlas sin pérdida de resolución cuando reproducía esa música a través de mi Apple TV.

Otra de las cosas que hacía en su momento y a la que dedicaba bastante tiempo era descargar series de televisión 🏴‍☠️. El proceso de mimo era similar: escribir el título del capítulo, añadir la carátula propia de cada temporada y añadir a mano el resto de metadatos para que quedaran perfectamente ordenados en la biblioteca de series de TV de iTunes (madre mía 👴🏻). Con el paso del tiempo todo este proceso se realizaba de manera bastante automática, gracias a determinadas aplicaciones y a una proliferación de bibliotecas de metadatos que resolvían el problema. Era precioso ir al Apple TV y mirar toda la colección de series que tenía descargadas y perfectamente crafteadas, que dicen ahora los jóvenes.

Ahora ya no hago ninguna de estas dos cosas sino que pago por ello (bueno, por los CDs también pagaba, que eran todos originales). El proceso de mimo y atención a mi colección, a mi biblioteca, ha sido sustituido por una disponibilidad casi inmediata de todo aquello que quiero escuchar o ver.

Y eso era lo que queríamos ¿no? Yo al menos sí; siempre me mostré dispuesto a dejar de descargar series cuando me dejaran pagar por ellas, y he cumplido con mi parte. Estoy suscrito a Netflix, HBOmax, Disney+, Apple TV+, Amazon Prime Video y SkyShowtime.

Y es todo mucho más fácil. ¿Sale un nuevo disco de The Sixteen? Pues ahí lo tengo disponible para añadirlo a mi biblioteca de Apple Music. ¿Quiero ver Ahsoka? Pues la tengo perfectamente presentada en su plataforma correspondiente en glorioso 4K y con una amplia gama de doblajes y subtítulos, disponible el mismo día en todo el mundo.

Es todo más fácil, sí, pero ¿soy más feliz? Pues no lo sé. Mira que hay series que me gustan y me han traído de cabeza en estos años, pero no recuerdo una excitación comparable a asomarme a mi iMac y ver que Transmission estaba descargando por torrent el último capítulo de Lost o de How I Met Your Mother. No he encontrado nada como esperar a que el último disco de The Tallis Scholars llegara a mi tienda de referencia en Murcia, Discos Doble A, correr a casa a ripearlo, meterlo con reverencia en mi iPod y comenzar lo que serían muchas semanas de escucha continua y obsesiva. Mi mujer, Rocío, siempre recuerda cómo una mañana de su cumpleaños se despertó cuando yo ya me había ido al trabajo y encontró para ella en la mesa de la cocina algunos regalos entre los que estaba un CD de la banda sonora de Glee con una nota: “¡Ya está en tu iPod!” 🥰

Vaya, se me ha ido un poco el curso de la narración ¿no? He empezado lo que iba a ser la sección tecnológica habitual de esta newsletter y he acabado escribiendo un artículo monolítico empapado de nostalgia. Tengo una amiga que me previene con frecuencia contra esto. Dice que la nostalgia es perniciosa y engañosa, y te manipula para hacer cosas como la que yo acabo de hacer. Dice que no evocamos el pasado porque fuera mejor o nos gustara más, sino porque éramos más jóvenes, teníamos menos responsabilidades y añoramos esos tiempos de ligereza. Y no te digo yo que no, pero también tengo claro que el exceso de oferta me hace valorar mucho menos el ocio y la cultura que consumo y siento que hace menos huella en mí.

Mientras escribo estas letras estoy escuchando el CD recién ripeado. Seguramente esta semana lo escucharé un poco más y quizá hasta lo compare con otros CDs que presentan las mismas obras. Pero no le dedicaré, desde luego, la misma atención que le hubiera dedicado de haber llegado a mis manos en el año que salió a la venta originalmente, 1999.

Quizá ahí está la clave de todo, como dice mi amiga, en el tiempo; en concreto en el tiempo que hace que nací. Todas las generaciones salimos a pescar cultura y entretenimiento, pero según la época que nos toca vivir usamos distintos aparejos y fondeamos distintos caladeros, y quedamos marcados por cómo lo hacemos en los momentos más sensibles de nuestras vidas, en los que estamos más predispuestos a aprender, a conocer, a experimentar.

No sé cómo será el ocio dentro de 20 años, pero seguramente mis hijos recordarán con nostalgia el día en que, navegando por catálogos digitales, se encontraron con Bingo y Bluey, Casa Búho o Anfibilandia, y cambió por completo su mundo interior.

Y ya está.

Muchas gracias por acompañarme en esta reflexión, que comenzó siendo una cosa y se ha convertido en otra. Espero, más incluso que otros días, tus comentarios al respecto. ¡Hasta la semana que viene!