🟠 Otra vez en ambiente rural

Enfoque Personal #116

Semanas muy intensas en Mastodon 🐘

Hace dos semanas decidí cambiar mi estrategia en Mastodon y comenzar a seguir a muchas más personas. Eso me llevó (¡oh, sorpresa!) a tener un timeline mucho más rico, con mucho más contenido y muchas más interacciones. Así que me vine arriba y recuperé uno de mis viejos proyectos, tener mi propia instancia de Mastodon. Desde la nueva instancia continué encontrando perfiles interesantes que han aportado mucha riqueza a mi timeline, y ya he llegado el punto en el que casi a diario estoy descubriendo muchas cosas nuevas gracias a Mastodon, bien sean aplicaciones, trucos, noticias o blogs interesantes (¡los blogs siguen existiendo). En mi uso intensivo de la red social incluso he trascendido de Ivory y he encontrado en Mona la mejor app para Mastodon. En definitiva, estoy viviendo una completa luna de miel con esta red social que en estos momentos me recuerda (ahora sí) a esos tiempos de la eclosión de Twitter, donde se me mostró como una ventana infinita abierta a mis intereses, la tecnología, la productividad, el podcasting y todo lo que suene a nuevo y excitante (como decía mi amigo José Ángel, "mi problema es que me gusta todo mucho").

Sinceramente, pensaba que recuperar estas sensaciones ya no era posible, que el Twitter que conocíamos había desaparecido y ya no volvería nunca más, pero sin embargo estoy descubriendo que, bajo una distinta capa de complejidad, Mastodon está dispuesto a ofrecernos lo mismo o más. Es cierto que el paradigma de Mastodon es complejo, por todo aquello de los servidores, la federación, la ausencia de una búsqueda global... parece demasiado ¿verdad? Sin embargo, llevo suficiente tiempo en esto como para acordarme que a Twitter se le achacaba lo mismo, una complejidad en su funcionamiento 🤷🏻‍♂️ que limitaba su llegada al gran público. Ojalá hubiera sido verdad y las hordas de la vulgaridad nunca hubieran entrado a nuestro jardín del Edén.

Escribir en una pantalla ✍️

Llevo un par de semanas usando mi Kindle Scribe para tomar notas manuscritas. Aunque me gustaría que todo lo que genero fuera recogido en texto digital, me resulta inevitable tomar notas manuscritas, sobre todo en el trabajo cuando estoy atendiendo una llamada. Así que he decidido no luchar con ello y dejarme llevar. El principal problema que tengo con las notas manuscritas es que son un material incontrolable; a no ser que uses una libreta (a lo que no estoy dispuesto), tus notas tienen un elevado potencial de quedar desordenadas, perdidas, confundidas, tiradas a la basura por error... Tomando esas notas en el Kindle Scribe consigo tenerlas recogidas y en un formato digital. Aunque nació sin ellas, el Kindle Scribe tiene capacidad de reconocimiento de escritura y búsqueda, aunque no me es necesario, porque al final de la jornada transcribo esas notas en OmniFocus para procesarlas cuando proceda.

Escribir en la pantalla de este dispositivo es un auténtico placer, la mejor experiencia del estilo que he tenido nunca, incluído el iPad Pro y, por supuesto, los antiguos Pocket PC. En este sentido, el Kindle Scribe vino a competir con un dispositivo que ya tenía cierta posición, el reMarkable, que centra todo su potencial en su capacidad de escribir y organizar notas, y omite la funcionalidad de ebook. Durante las pasadas semanas he recibido un aluvión de anuncios de reMarkable en TikTok y otras redes sociales, y soñaba con que fuera el prolegómeno de una brutal oferta por Black Friday que me permitiera hacerme con uno, no tanto con la intención de quedármelo como de probarlo y compararlo con el Kindle Scribe. Sin embargo, el descuento se ha centrado en packs superiores que incluyen el dispositivo, teclado y lápiz, quedando, aun rebajado, por encima de los 500 €. Así no hay quien pruebe nada ☹️

Otra vez en ambiente rural 🌳

Este fin de semana lo estoy pasando en ambiente rural. Otra vez. La situación tiene similitudes y diferencias con mi anterior viaje hacia lo desconocido. Para empezar, no es lo desconocido; es un sitio donde ya había estado antes y además en la misma y excelente compañía: mis amigos y sus familias. Para continuar con las similitudes, está el frío, un frío absolutamente espectacular pero que esta vez no nos ha pillado desprevenidos. Antes de que surjan los comentarios y las risitas malévolas por tu parte te diré que sí, hace frío, y sí, sigo dentro de la Región de Murcia. Esta región tiene una increíble cantidad de contrastes en cuanto a paisaje, climatología y acerbo cultural. Sólo la incompetencia continuada de 30 años de gobierno puede explicar que Murcia no sea más conocida y reconocida como un destino turístico y cultural para todo tipo de sensibilidades.

Este fin de semana estamos aquí veintitrés personas, trece adultos y diez niños, así que imaginad la intendencia necesaria para controlar todo esto. Afortunadamente contamos con un preclaro líder, el promotor de esta aventura, que ha dado pocas pero concisas instrucciones sobre lo que debíamos hacer y traer, y aparte se está encargando en persona de gran parte de la organización y del timing.

A pesar de toda esta organización, los peligros de estar en la naturaleza salvaje están ahí, y acechan cuando menos te lo esperas. En el desayuno del sábado, estaba yo tan tranquilo en la cocina, escribiendo parte de esta newsletter con el iPad. Estaban también en la cocina otras dos amigas, desayunado, llamémoslas Mariló e Irene. De pronto, en el transcurso de mi escritura, noté que algo le pasaba a la silla y que estaba saliendo despedido de ella; de camino al suelo, traté de apoyarme en otra silla anexa, sin éxito. Conseguí parar la inevitable caída con las manos, pero me quedé a cuatro patas, sin saber muy bien qué había pasado, y con una sensación de mareo y estupor.

Nadie me vió caer. Mariló se dio la vuelta al escuchar el estrépito y me encontró a cuatro patas en el suelo e inmóvil. Me ayudaron a levantarme y me preguntaron qué había pasado. Yo les dije que la silla se había roto pero la silla estaba ahí, impertérrita. Mi versión hacía aguas por todas partes, y verme mareado no mejoraba la situación. Irene se sentó en la silla de distintas formas, incluso saltó sentada sobre ella, y la silla seguía eniesta. Mariló, compasiva, me preguntó: "¿No te habrás mareado y te has caído?". Y yo me vi incapacitado judicialmente e ingresado en un sanatorio mental. Viendo a Irene saltar contumazmente sobre la silla sin resultado me hizo empezar a dudar de mi propia versión (haber leído recientemente La última noche de Tremore Beach no ha sido de ayuda). Pero perseveré en mi historia y finalmente Irene comprobó que si desplazaba su peso a la pata delantera izquierda esta se doblaba por completo, lanzándola al suelo, para después recuperar su forma con apenas una señal en el plástico que indicara su debilidad. Risas, en mi caso risa nerviosa, pusieron fin al misterio del hombre de mediana edad que se cayó en la cocina de una casa rural.

Vista panorámica de un pantano rodeado de un bosque de coníferas

Y ya está.

Muchas gracias por emplear tu mañana de domingo leyendo estas palabras. Te espero el próximo domingo con aventuras, desventuras, tecnología y prodictividad.