Otra mañana inusual 🥳

Weeklyletter #77

¡Buenos días! ¿Cómo está ese cuerpo? ¿Mucha resaca? ¡Ah, que ya no vamos teniendo edad de cometer determinados excesos!

Venga, retira la cafetera del fuego y vuelve a ser persona. Déjame que te acompañe en el proceso con estas letras que he dispuesto para ti.

Tanto el día de ayer como el de hoy están llenos de comentarios y resúmenes de lo ocurrido el año anterior, así como listas de buenos deseos y propósitos para el año que entra. Esta newsletter no es una excepción, pero me voy a centrar exclusivamente en el futuro.

Mis deseos tecnológicos para 2023 💻

Es curioso, pero he analizado mis anhelos en tecnología para este año que empieza… y no he hallado nada. “¡Qué vas a hallar, si ya lo tienes todo!”, habrá pensado mi mujer justo al leer la frase anterior. Y no le falta razón (como siempre, cariño 😘). No preciso ningún cambio en ninguno de mis dispositivos principales. Tengo un iPhone 14 Pro Max comprado en septiembre y un MacBook Pro 16’ de mayo de 2020; si bien es cierto que el nuevo modelo de este ordenador con procesador M1 es mucho más óptimo (y he estado tentado de adquirirlo), mi equipo sigue funcionando perfectamente y las mejoras que me supondría un cambio no son suficiente aliciente. En mayo este equipo cumplirá 3 años y saldrá una nueva versión del mismo con M2, pero el tremendo precio que se espera tendrá un efecto disuasorio más que suficiente para prevenir su adquisición. No obstante, no borres esta newsletter, por si tuvieras que tirármela a la cara en primavera 🤪

Un dispositivo que sí podría renovar sin casi pensar es mi iPad Pro 10,5’ si no fuera porque mi uso del iPad es completamente residual e incluso puedo vislumbrar un futuro en que este iPad deje de funcionar y no lo sustituya por otro. Usar un Mac en el trabajo y la decepción continuada que supone iPadOS son los factores que me han llevado a este punto.

Pensé pedirle a los Reyes Magos un Apple Watch series 8, pero dado que es casi igual al series 7 y este casi igual al series 6 (el que tengo ahora mismo), finalmente no le he visto objeto, y he optado por pedir un Apple TV 4K 3gen. Esta petición va a resultar para los reyes una especia de día de la marmota, porque el año pasado les pedí el 2gen. Como puedes suponer, no es algo que necesite, pero el procesador A15 Bionic, el soporte para HDR10+ y el protocolo domótico Thread son suficiente motivo como para escribirles unas letras a los magos de oriente y conseguir un dispositivo que, de otra forma, yo no me compraría, teniendo ya el modelo anterior.

Mis deseos productivos para 2023

En el capítulo de Weekly de este pasado viernes dediqué una amplia y personal sección a explicar por qué no es buena idea hacer un resumen productivo del año ni hacer nuevos propósitos. No obstante, sí hay cosas a nivel de proyectos que van a ver la luz en este año que empieza, aunque no a causa de ningún propósito ni buena voluntad, sino por el natural devenir de las cosas.

El cambio a Substack ha sido una auténtica mecha a mi imaginación. En una de las últimas ediciones de esta newsletter en la anterior plataforma te contaba que no tenía muy claro qué rumbo darle y ahora… ¡me pasa lo mismo! pero por motivos diversos. Las ideas se agolpan en mi mente y tengo que tener algunas reuniones conmigo mismo para establecer prioridades.

Porque esta newsletter no es la única que reclama novedades. La otra también pide lo suyo, y tiene las líneas más trazadas. Este próximo martes llegará el primer cambio y en breve los demás, causando además un efecto dominó que afectará al canal de YouTube y al blog. Una vez más, tengo que ordenar las piezas para que no me caigan encima 😅

Un legado musical 🎶

Durante todo el mes de diciembre he estado ensayando con mis hijos una pequeña pieza de polifonía del renacimiento español. Se trata de “Sus, sus, sus, no más dormir” un fragmento de La Trulla, obra alegórica de la Navidad compuesta por Bartolomeu Cárceres en el siglo XVI. Isabel tiene 12 años y Emilio 9, y es la primera vez que los ponemos a cantar.

Yo empecé a cantar en coros en el instituto, en 1990. En 1991 entré a la Coral Universitaria de Murcia (todavía en edad bachiller) y en 1994 fundé mi propio coro, Ars Mvsica, cuya dirección mantuve hasta mi retirada en 2018. Como puedes ver, he dedicado más de la mitad de mi vida al canto coral en general y a la Música Antigua en particular, y es algo que echo de menos cada día. Rocío, mi mujer, ya estudiaba en el Conservatorio cuando entró a nuestro coro con 18 años, y lo dejó, embarazadísima de Emilio, cuando tenía 31, quedándose atrás algunos años y permitiéndome seguir dirigiendo al coro mientras ella se ocupaba de los dos pequeños, hasta que vino Miguel y, dado que nos superaban en número, procedí a colgar el diapasón.

Lo que Rocío y yo hemos vivido en el mundo coral ha sido maravilloso, tanto a nivel artístico como a nivel humano. No sólo es el espacio donde nos encontramos, nos conocimos y nos enamoramos, sino que es también el lugar donde generamos lazos de amistad con algunas de las personas más importantes en nuestras vidas. Hemos viajado, hemos comido, hemos reído, hemos llorado, hemos cantado algunas de las obras más importantes del patrimonio musical de la Humanidad, hemos sido dirigidos por nombres de talla mundial… y por auténticos patanes. Toda una vida entre pentagramas.

Por supuesto, me gustaría mucho que mis hijos vivieran lo mismo, pero soy consciente de que las circunstancias que moldean una vida son difícilmente replicables. Me gustaría que encontraran su “algo” como nosotros tuvimos el coro; puede que sean los Scouts, un grupo de teatro, un equipo deportivo… ese “algo” que te puede ayudar a llegar a tu madurez y a asentar valores que te acompañarán toda tu vida.

Aunque ese “algo” no sea un coro, sí considero que mis hijos (los tres) deben ser capaces de cantar polifonía con solvencia, por una mera cuestión de decencia. Así que hemos empezado este año y el resultado no ha podido ser mejor. Interpretamos el citado villancico en Nochebuena ante la familia de Rocío y en Navidad con mi familia, recibiendo una fantástica y calurosa recepción. Nuestros amigos del coro (más imparciales) también nos han felicitado por el resultado conseguido. Ahora se trata de empalmar, aprovechar el polifónico éxito para proponerles otra pieza, ya sin motivo litúrgicos, y así, poco a poco, dejar que la polifonía les apasione, como nos sucedió a su madre y a mí.

Si no quieren cantar en un coro que no lo hagan, pero cuando el diapasón suene en casa, que todos acudan prestos con sus partituras.

Y ya está.

Muchas gracias por dejarte acompañar por mis pensamientos en este comienzo de año. Como ahora este sitio tiene 1000 botones, aprovecha alguno de ellos para decirme que esta newsletter te ha gustado (si así ha sido) y para compartirla con más gente.

Hasta la próxima semana.