💖 Jueves Santo

Weeklyletter #89

Jueves Santo es para mí uno de los mejores días del año, uno de esos que esperas con ansiedad, para los que vas haciendo una cuenta atrás mental.

El día comenzó MAL, madrugando, cocinando y llevando a Isabel a la salida de su campamento scout de primavera (ya hablé de ello en una pasada edición). Pero rápidamente se enderezó.

A las 12:30, en el monasterio de los franciscanos que hay en el centro de Murcia (justo enfrente de mi oficina) tuvimos el ensayo del evento entorno al cual gira este día: un canto de pasión de Orihuela, entonado en la plaza de la catedral (la plaza de Belluga) al paso de la procesión del silencio del Cristo del Refugio.

Un grupo de hombres de diversas procedencias y edades se une este día para tal cometido. Diversas generaciones de la Coral Universitaria se solapan con integrantes de otros coros, y a toda esta amalgama se van uniendo jóvenes, nuestros hijos, que son traídos por sus padres para hacer perdurar esta tradición que dura ya 47 años. No sé si mis hijos varones acabarán cantando de forma regular en algún coro, pero sí sé dónde van a estar cada Jueves Santo a partir de que cambien la voz.

Tras esto vino el aperitvo, en una terraza próxima, sufragado con la pequeña gratificación que ofrece la cofradía a todos los grupos que cantan durante la procesión. Guardamos el dinero de cada año para pagar el aperitivo del siguiente. Este año tuvimos un emocionado recuerdo a los compañeros fallecidos.

Terminado el aperitivo, el próximo encuentro es a las 22:30, a las puertas de la catedral, para ir cogiendo posiciones de cara a la llegada de la procesión. Mis amigos y yo continuamos por nuestro lado a partir del final del aperitivo.

Como otros años, buscamos un sitio donde comer y después otro donde tomar café y tener una agradable sobremesa. Las actividades de tarde varían. Nos gusta pasear por la ciudad, ese día bulliciosa, con las iglesias abiertas para visitar las imágenes. Algunos años hemos ido al cine o a grabar un podcast; a casa de un amigo a escuchar música y tomar gintonics o a hacer eso mismo en un pub (escuchando claramente otro tipo de música 😅).

Este año comenzamos comiendo en el Steak Burger, cerca de la plaza Circular, una franquicia de hamburgueserías de origen murciano pero que tiene su mayor presencia en Madrid. A continuación paseamos hasta la plaza de los Apóstoles para tomar un café en Café Lab, una cafetería de origen cartagenero que suele tener una cola como si fuera una discoteca de éxito del Soho newyorkino. Como puedes suponer, ese día no era una excepción. Así que desandamos lo andado, pasando por varias cafeterías en similar estado hasta llegar a Starbucks donde pudimos ahora sí disfrutar de una agradable sobremesa con un importante sobreprecio. Estos paseos arriba y abajo en absoluto nos suponen un "corte de rollo", porque son parte de la magia de la tarde, ir caminando a nuestro destino mientras charlamos de nuestras cosas, que incluyen ponernos al día y también recordar viejas anécdotas.

Tras el café fuimos a mi coche para coger algo de ropa de abrigo, porque comenzaba a refrescar y las personas mayores tenemos que cuidarnos. Tuve la inmensa suerte de dejar el coche no muy lejos de mi oficina, en el centro de la ciudad, lo que nos permitió a continuación hacer escala en el Aduana, la cafetería donde desayuno cada día, pero que a esta hora tiene un ambiente muy distinto 🪩. De nuevo ahí pasamos un buen rato entrelazando diversos temas.

Hay que decir que el equipo estaba compuesto por José Miguel y Diego, amigos y compañeros del podcast Están locos estos romanos, por lo que cada mes nos vemos para grabar el podcast y para ir después a comer/cenar. Es decir, que al menos una vez al mes nos contamos nuestras cosas. Pero también nos acompañaba Juan, querido amigo y fundador del podcast hasta que se fuera a vivir y trabajar a Getafe. Yo grabo todos los meses otro podcast con Juan (Colegas, tu podcast sobre Friends) y nos mantenemos más o menos al día, pero los demás tienen menos oportunidades de hablar con él, y prácticamente Jueves Santo es el único día del año que estamos todos juntos, de ahí la importancia de este día para nosotros. Este año éramos sólo cuatro dado que el número varía en función de la disponibilidad de la gente.

Tras un rato en el Aduana decidimos ir a cenar algo antes de dirigirnos a la plaza de Belluga, lugar donde se ubica nuestro grupo para cantar al paso del Cristo. Fuimos al Rincón del Chapas, donde degustamos unos sencillos sandwiches y donde se nos unió Satur, otro amigo. De ahí nos desplazamos ya al sitio del canto, que este año contaba con la novedad de unas vallas que delimitaban el espacio donde se coloca el coro. El vallado nos permitió cantar en un círculo perfecto, hombro con hombro, escuchando y viendo perfectamente a todos los compañeros. Otros años hemos tenido que luchar a muerte con la ciudadanía por el espacio, porque las personas son educadas, pero la turba es un animal de trato difícil. Este año, no paraban de cuestionar la legitimidad de nuestra ubicación y de tratar de mover las vallas, para convertir nuestro círculo en un polígono y así tener más espacio desde el cual ver la procesión. Pero cuando las luces se apagaron y llegó el Cristo se acabaron las tonterías. Do natural para los bajos y voces al cielo.

No tengo ninguna grabación de nuestra intervención, pero sí una del ensayo matutino que realizamos en la calle para adecuarnos al escenario real, que te dejo aquí. También tengo algunas fotos del paso del Cristo por la plaza.

Si alguien de Orihuela quiere debatir conmigo sobre apropiación cultural, le espero gustoso en los comentarios de la newsletter 😉